Historias de un electricista

Si yo de nacimiento
hubiera sido el
Dalai Lama
o Teresa de Calcuta
a estas alturas
ya me hubiera
transformado en
una bruja
o en algo por el estilo.


Existen dos rubros profesionales a los cuales odio profundamente, feo pero real.

Uno son los pobres taxistas y otros los obreros de diferentes oficios involucrados en tareas de reconstrucción de edificios.

Lo de los taxistas no tiene mucha explicación, sencillamente me ponen histérica. O van despacio, o van por donde no deben, o no vienen, o van para otra zona, o tienen el coche hecho un asco, o me cuentan su vida (que no me interesa), o no me contestan cuando pregunto...vamos es histórico, siempre discuto con ellos.

Sobre los obreros sí tiene una explicación. Llevo un año completito con obras en el edificio. Y no sé quien se está forrando si el presidente de la comunidad o el aparejador (los dos me caen fatal) pero son más lentos que el caballo del malo.

Ya he sufrido los andamios, la pintura de la fachada, de mi terraza, el desprendimiento de azulejos con sus golpes, y mis nervios llegaron al límite el año pasado cuando después de montar la de dios, conseguí en compensación que mi casa, se pintara absolutamente toda y gratis.

Tenía unas goteras y tuvimos unos diálogos surrealistas sobre si, la gotera está aquí, querían pinta solo esa parte. Y nos fuimos liando diciendo, si me pintas esta pared, me tienes que pintar la otra y así...gané. Eso les pasa por tocarme las narices a todas horas.

Ahora estamos en fase de electricidad.

Yo ya he discutido con el tonto del electricista (que todavía ni siquiera llegó a mi casa) pero como están cambiando la electricidad general de la casa, cada tanto me quedo sin luz.

El gordo, el electricista, que siempre está comiendo un bocata de panceta al principio me discutía. Ahora, se queda calladito cada vez que bajo.

Hace un mes que están instalando los nuevos cuadros dentro de los pisos y yo, no los he dejado entrar todavía. Porque? Pues porque no me daba la gana dejarlos pasar y que en plenas fiestas navideñas me dejaran sin luz.

Un día se presentaron sin avisar para decirme que tenían que entrar y yo, los saqué pitando, les dije que no, que me avisen con unos días de antelación porque me iba al trabajo.

La semana pasada y después de buscar la manera de hablarme, me dijeron que a ver cuando podían entrar, que claro sólo queda mi piso...que si por la mañana...!

Con la no simpatía que me caracteriza les dije que vinieran el viernes, o sea hoy, a la tarde. Porque? Pues para fastidiar.

Y me dicen...es que trabajamos el viernes sólo hasta las 13 hs. Y digo bueno, cuanto tiempo necesitan para trabajar en mi casa? Dicen 2 horas, y digo pues vengan a las 11.

Son las 14.07 y ellos no han tocado la puerta de mi casa. He bajado a desayunar y los he visto y ellos a mi, pero no nos hemos dicho nada.

Porque? Pues porque espero cual Nunda o mngwa -enorme felino de las selvas costeras de Tanzania, del tamaño de un asno y muy peligroso. Sus huellas son semejantes a las del leopardo, aunque mayores- para poder atacar cuando me vuelvan a preguntar cuando pueden entrar a mi casa!.

Y reconozco que esto es de maldad absoluta, pero me encanta.

Porque cuando me hagan la famosa preguntita les diré "no tenían que haber venido el viernes a las 11? Pues ala...cuando a mi me salga del mismo, entrarán...ni antes ni después".

Como disfrutaré con ese momento viendo la cara del gordo come panceta...

Lo reconozco, soy una bruja, pero voy en triciclo!