Resurgiendo...

La tortuga hoy sacó la cabeza.

Llevaba días ensimismada...y como dice mi 1/4 de limón, cuando no hablo...malo.

Esto es porque yo hablo hasta debajo del agua, entonces, cuando estoy en silencio... algo malo pasa.

Y ya está, todos son procesos, todo sube y baja y ya estoy arriba.

En el fondo del abismo semanal, he dejado los miedos, la nostalgia, los problemas de trabajo, la incertidumbre, la soledad, la angustia, la cobardía, la nostalgia y hasta los rencores.

Me sacó del fondo esta mañana Dido en colaboración con este precioso día de sol.

Anoche dormí con las persianas del dormitorio bajadas, cosa que nunca hago porque me gusta que la claridad me despierte. Y hoy, no quería levantarme.

Pero Dido insistía en que la abriera la puerta de la habitación y que me levantara.

Lloraba y parecía que me decía...venga...mira que bonito día. Y a regañadientes, lo hice.

Y cuando vi este día tan energizante, le di besos a Dido y el comenzó a correr como un loco por toda la casa, me traía su juguete para que se lo tirara y así... corría y se hostiaba contra las puertas, loco de alegría.

Creo que el ha sabido que en estos días pasados, yo estaba triste.

Una buena ducha, un buen lavado de pelo (con champú por supuesto), un reacondicionamiento de neuronas y...a la calle.

Hoy se puede ir hasta sin chaqueta y me fui a comprar mis cosas. Entre ellas, unas margaritas blancas para que alegren mi casa.

Con ellas me fui a la tienda de animales a comprar arena para Dido. Y el dueño que me conoce me dice...vas a deshojar las margarinas para ver si te quiere o si no te quiere.

Y le dije no, ese no es mi problema. Sólo quiero cambiar un poco mi casa, porque está claro que al mundo...yo no lo puedo cambiar.